Nuevo día, nueva etapa del camino. Con mucho sueño nos despertamos para iniciar una caminata suave, sobre todo tras la paliza del día anterior, que nos llevaría hasta la localidad de Villafranca del Bierzo.
Como viene siendo habitual, casi desde el primer momento Fran tomó la iniciativa dentro del grupo que formábamos los mexicanos y nosotros. El inicio de la etapa fue algo desconcertante, pues tras llegar al castillo perdimos la pista de las flechas amarillas. Decidimos seguir por una dirección determinada (continuar recto dejando atrás la fortaleza), aunque yo personalmente no estaba muy convencido de que fuéramos por el buen camino.
Al final comprobamos que realmente habíamos cogido un atajo, pues el camino “original” se iba al este para volver luego hacia donde nosotros nos encontrábamos. Casi en el cruce de ambos caminos nos encontramos con la pareja húngara, la cual iba a su ritmo (y no me refiero a que iban rápido precisamente…). Anita, que así se llamaba esta guapa centroeuropea, ya estaba mejor de su pie (al igual que Miguel se resintió jornadas atrás). Su pareja Mark estaba en todo momento con ella, mimándola al detalle, jeje. Dejamos atrás a la parejita y continuamos con nuestra marcha.
Esta 5ª etapa era suave, con pocas subidas y con un camino rodeado de vegetación por todas partes. A ambos lados del camino vimos desde huertos hortofrutícolas hasta viñedos repletos y vigorosos. En total hemos recorrido 3 pueblos, a saber: Campomayor, Cacabelos y finalmente Pieros.
A pesar de ser una jornada apacible mis pies notan el paso de los días y al llegar a Villafranca del Bierzo Fran me tiene que cuidar las ampollas. Llegué realmente hecho polvo y el dolor aumentó exponencialmente cuando fuimos a por la comida. Y explico el por qué…
Resulta que la bonita población de Villafranca tiene todas las calles empedradas (así tipo Puebla de Guzmán, Huelva) y esto fue criminal para mis pies. En una de las calles pisé mal con lo que se me resbaló la chancla y se me reventó una ampolla. Sentí un gran escozor y empecé a sangrar como un condenado. Aún así, aguanté como un valiente hasta el albergue para que Fran me curara como dije anteriormente. Así pudo aplicar los conocimientos adquiridos años y años en la Facultad de Costura xD
El albergue es un sitio acogedor. Sin muchos detalles pero cumple su objetivo fundamental de acoger a los peregrinos que pasamos por aquí. Tiene varias plantas y recuerdo especialmente que desde uno de los balcones de la habitación llamé a mi gran amigo Frankie para contarle mis hazañas santiagueras. Una foto de ese momento lo atestigua.
Al terminar de comer (macarrones con tomate muy ricos ellos) nos fuimos a la camita, para finalmente echarnos un buen rato. Endebido a que el hecho de tener que estar relatando varios días atrás en la historia sumado al estado de mis pies hizo que no pudiera ver en condiciones los lugares más emblemáticos de la población. Sin embargo, tanto Fran como Ale y su hermano Miguel sí que lo hicieron, tomando fotos que yo luego contemplaría.
Aunque no lo voy a contar aquí, pasé una tarde inolvidable… Solamente quien sepa leer entre líneas sabrá a qué me refiero…
Casi sin darnos cuenta, se hizo la oscuridad y el frío se adueñó de todo… Sobre las 9 de la noche fuimos a cenar a la plaza del pueblo, concretamente a un bar llamado “Sevilla”. Dicho bar de sevillano tenía nada más el nombre, todo hay que decirlo. Cenamos unas papas bravas y unos bocadillos (no me atrevo a llamar a eso tapa). Como curiosidad del día apostillo que esa misma tarde se disputó la épica final de Wimbledon entre Rafa Nadal y Roger Federer. Ni que decir tiene que el bar fue un auténtico jolgorio cuando el manacorí derrotó al suizo de aquella manera tan heroica.
Nos fuimos cagando leches para el albergue pues cerraba a las 22:30 y eran las 22:15… Llegamos justo a tiempo, estuvimos un rato de palique y al rato nos acostamos. Ese día dormí con una gran sonrisa en la boca y con una manta por encima.
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